Dr. Tomás Cobo Castro

Vicepresidente Primero de la Organización Médica Colegial

Dr. Guillermo Vázquez Mata

Director de Cooperación del Consejo Andaluz de Colegios Médicos 

Fuente: El Diario Montañés

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que África Subsahariana, un 12% de la población mundial total, aqueja el 27% de la carga mundial de enfermedades. La esperanza de vida de esta región es de 58 años, la más baja de todos los continentes, sin olvidar que en muchos países subsaharianos su esperanza de vida continúa siendo igual o incluso inferior a los 50 años.

Aunque el desarrollo de los países subsaharianos ha sido y es muy importante en todos los dominios, existen diversas claves necesarias para comprender las necesidades de cooperación/colaboración médica a plantear en el inicio del siglo XXI.

La primera clave es que los países subsaharianos soportan la mayor incidencia y prevalencia mundial de enfermedades. La novedad es que a las enfermedades tropicales típicas, se están añadiendo las dolencias de los países industrializados tales como las enfermedades cardiovasculares, cánceres y accidentes. También tienen un lugar destacado las enfermedades desatendidas (Neglected Tropical Diseases), que afectan a centenares de millones de habitantes de esta región, influyendo negativamente en su calidad de vida y contribuyendo a su vez a cerrar la espiral pobreza-enfermedad de estas poblaciones. Es evidente que este perfil de enfermedades exige una medicina especializada, en contraposición a la medicina generalista que ha predominado hasta ahora.

La segunda clave es el déficit de profesionales sanitarios. Según la OMS en África Subsahariana existen 2,7 médicos por cada 10.000 habitantes, sin olvidar que en 17 países tan sólo disponen de un médico para 10.000 habitantes. Esta cifra, cuando se compara con Europa con 32,1 médicos por cada 10.000 habitantes, revela la magnitud real de esta carencia. Se puede decir lo mismo con las demás profesiones sanitarias. En su conjunto estos profesionales son generalistas, siendo la excepción los médicos especialistas.

La tercera clave es el escaso número de facultades de medicina subsaharianas. Actualmente existen 169 facultades para una población total próxima a los 1.000 millones de habitantes (en España con 46 millones de habitantes tenemos 42 centros). Todos los años se licencian alrededor de 11.000 médicos, de los cuales, un 30% emigra a países occidentales por lo que la cifra real de licenciados sería de 7.400 médicos/año. En algunos países solo existen una facultad o incluso ninguna. Los licenciados salen como médicos capacitados en medicina general, pudiendo realizar alguna intervención quirúrgica y asistir a partos. Las especialidades están poco desarrolladas y áreas como la cirugía especializada (ej. trauma) o la psiquiatría están por desarrollarse.

Finalmente, la cuarta clave es el crecimiento explosivo de la población subsahariana.  En el año 1960 la población del continente era de 225 millones, actualmente es de 1.191 millones y la proyección a partir del año 2040 será de 2.000 millones de personas. El 85% de este incremento poblacional corresponde a los países subsaharianos. Este crecimiento explosivo desborda cualquier previsión a medio y largo plazo. En este contexto cabe esperar que el déficit de médicos se agrave, que la población enferma se multiplique y que el escaso poder adquisitivo de esta población (cientos de millones viven con menos de un dólor al día) les impedirá su accesibilidad a médicos y tratamientos.

Resumiendo: un incremento en el número y tipo de enfermedades, la falta de profesionales, el escaso número de facultades de medicina y el crecimiento explosivo de la población; obligan a seleccionar actividades de cooperación médica que obtengan el mayor impacto positivo. 

 

¿Qué podemos hacer?

La cooperación médica se ha centrado clásicamente en la ayuda humanitaria en las catástrofes de cualquier índole y en suplir de médicos especialistas a hospitales y centros de salud, o bien en dirigir y supervisar programas de salud. Todas estas actividades de cooperación cubren en parte los déficits que los países subsaharianos aquejan, pero son visiones parciales (aunque imprescindibles) del problema de salud global que afecta a estas poblaciones.

Sin embargo, en el inicio siglo XXI y, con los datos que hemos expuesto, es imprescindible añadir una nueva dimensión a la cooperación tradicional: la cooperación con las facultades de medicina y sus hospitales de apoyo. Esta colaboración debería orientarse a aumentar el número de licenciados y su capacitación, así como la formación de especialistas. Con esta acción se corregiría una carencia central de estos países, la escasez de médicos e indirectamente se solucionarían muchas otras. Nuestras facultades y hospitales universitarios tienen el conocimiento y la capacidad para incorporarse como piezas básicas de la cooperación internacional en el siglo XXI y nuestras instituciones públicas, tanto autonómicas como estatales, deberían incorporar esta vertiente de la cooperación como una prioridad central. Los Consejos de los Colegios Médicos autonómicos, así como el Consejo Médico de España (OMC), deberían asumir el papel de divulgadores, promotores y enlaces entre todas las instituciones que deberían participar en este proyecto.

Trabajar en este objetivo puede representar para muchos países subsaharianos un proyecto que les ayude a afrontar de manera global e integradora los retos que la salud de sus países les plantea y para nuestro país y nuestras facultades un liderazgo mundial en la cooperación internacional.